Las enfermedades renales, también conocidas como nefropatías, son todas aquellas condiciones que afectan al funcionamiento y estructura de los riñones. Estas patologías atacan a las unidades anatómicas básicas de los riñones, conocidas como nefronas. Las nefronas tienen como función principal filtrar la sangre para regular la concentración de agua y sustancias solubles en el organismo, por lo que son esenciales para el funcionamiento de estos órganos.
Las personas con diabetes,
presión arterial alta o un familiar cercano con un problema renal son más
proclives a desarrollar este tipo de patologías a lo largo de su vida. Algunas
de las enfermedades renales más frecuentes y destacables son:
ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA. La enfermedad o insuficiencia renal crónica se define como
la pérdida progresiva, permanente e irreversible de la tasa de filtración
glomerular a lo largo de un tiempo variable. Según estudios, afecta
aproximadamente al 10 % de la población adulta española y a más del 20 % de los
mayores de 60 años. Esta patología empeora de forma progresiva con el paso de
los años y puede permanecer asintomática durante sus primeras etapas, así que
podría estar muy infradiagnosticada a nivel general.
La hipertensión arterial y
la diabetes son las 2 causas principales de la enfermedad renal crónica.
También puede verse propiciada por trastornos autoinmunitarios, defectos de
nacimiento, lesiones al riñón, infecciones, cálculos renales, problemas arteriales
y muchas condiciones más. El control de la patología subyacente puede retrasar
el daño a los riñones, pero en etapas graves se debe recurrir a la diálisis o
el trasplante.
CÁNCER DE RIÑÓN. El
cáncer de riñón se trata de una neoplasia maligna que comienza en este órgano.
Es uno de los cánceres más comunes tanto en el sexo masculino como en el
femenino, afectando a 1 de cada 46 varones y 1 de cada 80 mujeres. No
suele presentar síntomas en sus etapas más tempranas, pero cuando está
desarrollado puede cursar con sangre en la orina, un dolor en el costado que no
desaparece, pérdida de apetito, cansancio y fiebre.
La edad avanzada, el
tabaquismo, la obesidad, la hipertensión y otras muchas condiciones se
consideran factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad. Para la
mayoría de los cuadros, la cirugía es el tratamiento inicial. Este puede pasar
por la extirpación del tumor o del riñón al completo. La terapia dirigida, la inmunoterapia
y la radioterapia pueden concebirse en los casos muy avanzados y recurrentes.
CÁLCULOS RENALES. Los
cálculos renales, conocidos popularmente como piedras en el riñón, son masas
sólidas compuestas de pequeños cristales que pueden depositarse en el tracto
urinario. Dicho de forma rápida y sencilla, estos compuestos se forman cuando
las sales y los minerales de la orina se concentran demasiado, lo cual fomenta
su cristalización. Al cabo del tiempo, pueden aumentar de tamaño de manera
considerable (1-2 centímetros).
Los cálculos de calcio son
los más comunes, aunque también pueden tener como material mayoritario cistina,
estruvita y ácido úrico. El dolor y la presencia de sangre en la orina son algunos
de los síntomas usuales, pero también pueden presentarse náuseas, vómitos y
otros signos. Los cálculos más pequeños casi siempre pasan a través del tracto
urinario por sí solos, pero en casos más avanzados puede ser necesaria la
administración de ciertos fármacos para ayudar a su descomposición e, incluso,
una intervención quirúrgica.
NEFROPATÍA DIABÉTICA. El
término nefropatía diabética hace referencia a las complicaciones renales que
aparecen en personas con diabetes tipo 1 y 2 graves. En muchos países de alto
ingreso, este conjunto patológico es el primer responsable de los trasplantes
de riñón. Este cuadro puede cursar con hinchazón de las
extremidades, aumento de la necesidad de orinar, falta de aire, pérdida de
apetito y náuseas, entre otros.
La nefropatía diabética se
suele diagnosticar durante pruebas de rutina que forman parte del control de la
diabetes. El primer paso para tratarla es controlar el cuadro diabético en sí
mismo, lo cual puede incluir la administración de diversos medicamentos. Si la
enfermedad progresa y se transforma en insuficiencia, es probable que se
plantee una diálisis renal o un trasplante.
GLOMERULONEFRITIS. La
glomerulonefritis es una de las enfermedades renales en las que se ve afectada
la estructura de los glomérulos, racimos pequeños y redondos de vasos
sanguíneos en el interior de los riñones. Existen 2 tipos de cuadros dentro de
esta patología: primario (solo los riñones se ven afectados) y secundario
(ocurre como consecuencia de una enfermedad ya existente). Los síntomas
principales son la presencia de sangre en la orina, la orina espumosa y la
hinchazón corporal.
El tratamiento de la
glomerulonefritis depende, en primera instancia, de su desencadenante. De todas
formas, la diálisis puede ayudar a controlar el exceso de líquido acumulado y
la presión arterial alta. A largo plazo, el trasplante
también puede convertirse en una opción.
ENFERMEDAD RENAL
POLIQUÍSTICA. La enfermedad renal poliquística es una
patología genética progresiva de los riñones. Se caracteriza por el crecimiento
de abundantes quistes en estos órganos, lo cual se traduce en síntomas como
dolor de espalda o en el costado, insuficiencia renal, presencia de sangre en
la orina, infecciones en las vías urinarias recurrentes y dolor de cabeza,
entre otros muchos. Pese a que esta enfermedad curse con la aparición de
bultos, cabe destacar que estos no son cancerosos.
El tratamiento de esta
condición es muy extenso y requiere abordar el crecimiento de los propios
quistes, la presión arterial alta (si existe), la disminución de la función
renal, el dolor y las infecciones frecuentes derivadas. Este cuadro se asocia a
múltiples complicaciones a largo plazo.
PIELONEFRITIS. La
pielonefritis o infección renal se define por la presencia de gérmenes en la
orina. Habitualmente es causada por bacterias, pero en casos excepcionales
puede ser fúngica o vírica. Suele cursar con fiebre, escalofríos, dolor de
espalda, necesidad de orinar a menudo y producción de orina turbia. Las mujeres
están en mayor riesgo de padecer esta condición que los hombres, pues su uretra
es más corta y favorece la colonización por microorganismos.
El tratamiento de esta enfermedad depende del agente causal, pero si este es bacteriano se deben utilizar antibióticos. Es necesario llevar a cabo un cultivo de orina y un antibiograma para que el fármaco de elección sea lo más efectivo posible y evitar así farmacorresistencias derivadas.